Hoy me gustaría hablarte de esos sueños y deseos de felicidad que un día tuviste, pero que dejaste arrinconados en algún lugar de tu desván. Puede ser que, en cierto momento del pasado, te encontraras con alguna actividad, una habilidad o un talento –llámalo como quieras– que te hizo tener la certeza de que eso te iba a hacer feliz y te haría sacar algo de gran valor que se hallaba en tu interior. Sentiste una inmensa motivación y te permitiste soñar a lo grande; te imaginaste la mejor versión de ti mismo y te enamoraste de ella profundamente.
Y muy posiblemente, un día, bien porque los ánimos no estaban precisamente en su mejor momento, o bien porque las circunstancias te obligaron a girar en otra dirección, pensaste que todo eso que habías imaginado era una estupidez. Un sueño demasiado grande, un pensamiento absurdo y tan improbable como que te toque el Gordo de Navidad.
Pues déjame que te dé un par de argumentos que tal vez te hagan desempolvar esos viejos anhelos e incluso les saques brillo para ponerlos bien visibles en tu salón. El primero es que entiendas que ese sueño nunca te va a abandonar, por mucho que te empeñes. Y el segundo es que comprendas mejor por qué crees de forma equivocada que ese deseo no es realizable. Y te quiero aclarar esto porque sé que no hay nada más frustrante que no poder eliminar de tus pensamientos algo que consideras inalcanzable.
Para entender que ese sueño siempre va a estar presente, es necesario que comprendas la diferencia entre estar motivado para llevar a cabo una acción o tener el propósito de ejecutar esa acción. Porque el día que te emocionaste con aquella idea y supiste con tanta seguridad que querías hacer eso en esta vida, sin saberlo, estableciste un propósito. Y éste sigue firme, aunque por la razón que fuera desapareciera la motivación para seguir luchando por él.
Te daré un ejemplo. La motivación es como la energía que necesitas para empujar un carro de la compra. Al principio está vacío y tú piensas en las cosas deliciosas que vas a comprar. Empujas el carro con alegría, pero a medida que éste se va llenando y tu cansancio aumenta, esa motivación va desapareciendo. Pero no te quedas en la tienda, ¿verdad que no? Eso es porque, a diferencia de la motivación, tú ya tenías establecido un propósito antes de llegar ahí: la intención de realizar una compra y traerla a casa. Lo que te hace llegar a casa no es la motivación: es tu propósito. Y en la vida pasa exactamente lo mismo.
Existen propósitos de corta duración, como el que acabo de mencionar, y propósitos que son imperecederos, que suelen ser aquellos relacionados con el desarrollo de tu ser. Es tu naturaleza humana y no la puedes evitar. Siempre anhelarás crecer y aumentar tu bienestar, y es que dentro de todos nosotros existe una búsqueda de la felicidad. Hay ocasiones en que, por el dolor que sientes o por la frustración que acumulas, no eres capaz de percibir esta búsqueda. Otras veces no la ves porque vives demasiado distraído en este mundo tan tecnológico. Sin embargo, el día que supiste con claridad que ese algo era importante en tu vida, el día que nació ese propósito, plantaste una semilla en tu corazón que continúa ahí, aunque no la riegues.
¿Puedes verlo ya? ¿O todavía no sabes de qué te estoy hablando? ¿He conseguido que le quites un poco el polvo a ese propósito? ¿Cuántas veces has pensado en él? ¿Y cuántas veces te has dicho que no merece la pena, o que ya lo haré al año que viene, o que a estas alturas de la vida ya no tiene sentido planteárselo? Probablemente has pensado que si no tenías la suficiente motivación era porque este sueño tampoco debía de ser lo suficientemente importante en tu vida. Pues no: si te faltó la motivación no es porque ese propósito haya dejado de ser importante, sino por otra razón.
El mayor enemigo de la motivación es pensar que no se es lo suficientemente bueno para hacer algo, cosa que no es cierta, y el siguiente enemigo es ser dependiente de la aprobación y el reconocimiento de los demás porque nunca aprendimos a darnos ese reconocimiento a nosotros mismos. No importa lo grande que sea tu propósito: tú eres lo suficientemente bueno, porque de no haber sido así, ni siquiera hubieras soñado con ello.
Muchas de nuestras limitaciones tienen su origen en la infancia. Cuando somos niños no tenemos la posibilidad de elegir qué vida, educación o cantidad de amor y reconocimiento vamos a recibir. Nos toca lo que nos toca. Sin embargo, nuestra identidad se va formando en relación con ese entorno que nos rodea: la percepción que vamos adoptando de nosotros mismos no es más que la imagen de cómo nos van percibiendo los demás. Nuestras limitaciones no son reales, son las limitaciones de quienes nos educaron y nos cuidaron. Y es como una maldición que nos persigue, porque cada vez que esa sensación de limitación vuelve a despertarse en nuestras vidas, no es nuestro yo adulto quien la puede analizar, es la mente del niño que fuimos quien está tratando fallidamente de comprender lo que no es capaz de entender.
Las personas vivimos situaciones paradójicas como esta porque nuestra mente también lo es. Nuestro cerebro es fácil y complejo a la vez. Hay una parte primitiva en él cuya misión principal es mantenernos con vida y para ello debe alejarnos del dolor. Gracias a eso hemos podido llegar hasta donde hemos llegado, pues sin ella no nos hubiéramos podido adaptar ni tampoco hubiéramos podido evolucionar. Ese cerebro primitivo es el que no quiere enfrentarse a la crítica o la falta de reconocimiento de los demás. Eso se debe a las experiencias dolorosas y traumáticas de nuestra infancia que se quedaron grabadas en el cerebro para recordarnos qué es lo que no debemos repetir. Nuestro cerebro nos quiere alejar del dolor y por eso se encarga de destruir la motivación que necesitamos para luchar por nuestros sueños. Nos quiere evitar el sufrimiento de descubrir que no somos lo suficientemente buenos. Créeme si te digo que en este caso nuestro cerebro primitivo está equivocado, puesto que sí somos lo suficientemente buenos para ello y para mucho más. Y aquí es donde surge la paradoja: a nuestro cerebro primitivo le importa nuestra supervivencia, pero no le importa en absoluto nuestra felicidad.
Pero seamos optimistas, porque, afortunadamente, los seres humanos hemos desarrollado capacidades y habilidades mentales asombrosas. Nos hemos hecho conscientes de nosotros mismos y hemos evolucionado por encima de ese cerebro primitivo creando un cerebro humano, al que le importa, y mucho, nuestro crecimiento y nuestra felicidad.
Me gustaría que pudieras verte ahora con otra perspectiva, la perspectiva que te otorga poseer ese cerebro humano evolucionado y adulto como el que ahora tienes y no desde la óptica del cerebro del niño que fuiste, cuando no pudiste entender tu entorno, porque todavía no estabas preparado para ello (si te cuesta encontrar esa perspectiva, no te preocupes, que ya te ayudaré a ello en mi próximo artículo).
También me gustaría que empezaras a sacarle brillo a ese propósito y lo tengas bien visible cada día, para que no te olvides de él o te distraigas mirando para otro lado. No merece la pena lamentarse toda una vida por algo que no hiciste, porque esa semilla que plantaste no va a dejar de gritar, ya que quiere que la alimentes para poder crecer y ver la luz.
Lo último que te diría es: no es tan importante lograr o no lograr un objetivo, lo importante es que tus días estén repletos de acciones que sean importantes para ti. No relegues tu felicidad al momento de alcanzar tus metas, si no a estar en el camino hacia ellas. Piensa en los que hacen el camino a Santiago. ¿Cuánto tiempo pasan en Santiago realmente? Lo que se disfruta es el camino. Puede que no llegues a Santiago, pero mientras camines en esa dirección, tu vida ya tiene sentido. Mucho más sentido que si la desperdicias en lamentos y en banales entretenimientos.
Y como no consigo despedirme del todo, aún te diré algo más: no te preocupes si no sabes por dónde empezar. Cuando en tu corazón florece un propósito, es como si alguien estuviera ayudándote a realizar esa compra, que ya he mencionado antes, tirando al final de tu carro. No importa cuantas curvas y estanterías tengas que sortear, que al final, te llevará a la caja del supermercado. Tu fíate de tu propósito: solo con que vuelvas a creer en él, éste te irá abriendo el camino.
Y ahora sí que me despido y te deseo toda la felicidad y crecimiento que desees, porque tú te lo mereces.
Gracias por hacerme ver , que puedo más de lo que creo.
Muchísimas gracias Quiti. Esa era la intención y me hace muy feliz saber que ha llegado el mensaje. Un abrazo enorme
Gracias Lola.
Lo importante es el camino. Estoy totalmente de acuerdo. Soy de las que disfruto con lo que hago casi siempre. Una verdadera afortunada.
La vida así la he aprendido recientemente.
Hola Fina Carmen, me alegro mucho de que te sientas tan afortunada. Seguramente quiere decir que casi todo lo que haces es importante para ti y a eso me refiero en el artículo. Lo que hacemos tiene que tener importancia para nosotros y si de paso a los demás también le importa pues fenomenal. Por suerte nunca es tarde para aprender. Si hubiera sabido hace años lo que se ahora, jajajaja. Aunque entonces seguramente no estaría donde estoy ahora. Un abrazo enorme y un besico 🙂
Lola hermosa, gracias por tus comentarios, en ocasiones la vida nos marca un rumbo diferente, pero si tenemos en claro que venímos a este mundo por un propósito, es indudable que el universo se encargará de irnos abriendo el camino. Miles de bendiciones para ti.
Muchas gracias Sandra. Tienes mucha razón y me alegro que nuestros caminos se hayan encontrado en Mindvalley 🙂
Gracias Lola por este maravilloso relato que me ha venido tan bien en este mismísimo momento!
Lo que me alegra oirlo David. Muchísimas gracias por tan bellas palabras y seguimos viéndonos 😉
Que bonito escrito y lo que te hace pensar.
Nos dejamos arrastrar en la rutina y comodidad ..
Y vamos perdiendo la ilusión que sentíamos de niños y que tenemos que recuperar para nuestra felicidad interior..
Gracias Loli…
Un besico…
Así es Loli, a veces se nos olvida ser felices y nos lo tenemos que recordar porque si algo nos hace felices, es que será seguro importante. Un besico enorme y muchísimas gracias por leerme, porque eso sí que me hace súper feliz 🙂
Hola Lola, que hermosas palabras…. Creo que tod@s tenemos un carrito de la compra por allí aparcado, esperando ese empujoncito…. Gracias por enviarnos esa energía maravillosa que de seguro pondrá muchos carritos en movimiento…. Un besote
Muchísimas gracias Raquel por esos ánimos y me ha encantado tu forma de verlo. Así que vamos a dar un empujoncito a ese carro que nos está esperando. Y de paso nos llevamos algo suculento del supermercado para celebrarlo 😉 Un abrazo enorme y feliz día.
Qué interesante!!
Es que a veces el mundo te grita «si la vida te da limones, haz limonada».
Y nada más lejano de la felicidad, de nuestro instinto de perdurar y luchar. Yo digo «si la vida de te da limones, busca como sembrar manzanas». Nosotros somos arquitectos de nuestro destino.
Gracias, Lola!
Me encanta lo de „si la vida de te da limones, busca como sembrar manzanas“. La vida nos da muchas cosas y la mayoría de las veces las tomamos sin cuestionar. Que bueno es el aprender a elegir, y más aún, aprender a saber que podemos elegir. Un abrazo enorme.