UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA POLIVAGAL.
Querido lector:
Sé que hace días que no publico en el blog, pero tengo una buena razón para ello y la entenderás mejor cuando te hable de esa paradoja que mencioné en mi último artículo. Me refiero a esa contrariedad entre la estrategia de supervivencia de nuestro cerebro más primitivo (reptiliano), que quiere alejarnos del dolor, y la de nuestro cerebro más actual, el humano, que trata de encontrarle un sentido a nuestra existencia más allá de la mera supervivencia y continuación de la especie.
Todo esto tiene que ver con lo que somos realmente, con lo que nos mueve en esta vida. ¿Cuándo comenzamos a programar nuestra actitud con los demás y a decidir si algo como escribir un artículo en un blog puede poner en peligro nuestra supervivencia?
Los primeros años de la infancia influyen mucho, pero no es menos cierto que las emociones de nuestra madre durante el embarazo también nos afectan. Y qué decir de la carga genética que arrastramos de nuestros antecesores. Pero todo eso no son más que variables introducidas en una fórmula que lleva cientos de millones de años desarrollándose dentro de nosotros.
Somos una expresión anatómica y fisiológica ─y por qué no, también espiritual─ en continua evolución, que engloba en nuestro presente todo lo que hemos sido hasta ahora.
Hace años tuve la fortuna de leer un libro del psiquiatra y profesor Stephen Porges que hablaba de cómo se había ido construyendo esa fórmula. Así que hoy me gustaría contarte lo que aprendí de su teoría polivagal, una teoría acerca de nuestro sistema nervioso autónomo, un entramado organizado de nervios que se encarga de regular entre otras cosas el correcto funcionamiento de nuestros órganos y vísceras. Lo que más me fascinó de este libro es que la teoría polivagal nos ayuda a comprender quienes somos desde una visión evolutiva.
Los orígenes de la teoría polivagal.
La teoría polivagal surgió también de una paradoja. Porges investigaba el comportamiento de la frecuencia cardiaca en los fetos humanos y en los recién nacidos. Quería comprender qué factores podían ser potencialmente letales. Era algo que tenía que ver con el funcionamiento del sistema nervioso autónomo (a partir de ahora lo abreviaré como SNA). La paradoja que se le presentó fue la siguiente: cómo un nervio que sirve para dar resiliencia y mejor salud al bebé puede ser también el causante de su muerte. La respuesta a esa incongruencia es lo que dio luz a la teoría polivagal. Antes se pensaba que el SNA estaba formado por dos nervios, el nervio simpático y el nervio vago. Lo que Porges decubrió es que no solo había un nervio vago, sino que había dos nervios vagos, por eso lo de polivagal. Uno era el que daba esa resiliencia al recién nacido, y el otro era el que le causaba la muerte. Con este planteamiento, el SNA pasaba a tener ahora tres nervios: el nervio simpático y dos nervios vagos.
Los tres nervios que forman el sistema nervioso autónomo.
Uno de los conocimientos que esta teoría aporta, es que el SNA está formado por tres nervios que se corresponden con tres maneras diferentes de reaccionar ante determinadas situaciones. Para ello te pondré tres ejemplos.
Imagina que paseas por la calle, pasas por delante de un jardín y de repente sientes los ladridos de un perro que está detrás de la valla. En ese momento tu corazón se acelera, tus pupilas se dilatan y tu cuerpo se pone en tensión. Lo de las pupilas ni te enteras, pero el corazón lo notas un buen rato, hasta que se pasa el susto y te puedes relajar de nuevo. ¿Quién piensas que ha provocado esa situación? Ha sido tu SNA. ¿Para qué? Pues para que puedas ponerte a salvo rápidamente de ese posible peligro. Para ello, el nervio simpático del SNA se ha encargado de tener preparada para la movilización toda la energía disponible que hay en tu cuerpo, para que puedas huir o enfrentarte a la amenaza.
El segundo ejemplo: ¿Has visto algún documental de la sabana en el que una leona ataca a una gacela, y ésta parece que está como muerta, pero luego resulta que no lo está, y en cuanto se marcha la leona la gacela resucita como por arte de magia y se larga de allí pitando? Pues eso no es porque la gacela haya aprendido arte dramático y sepa actuar muy bien. Eso lo ha provocado su SNA. ¿Y para qué? pues para darle la oportunidad de sobrevivir, ya que una gacela jamás vencería a una leona en un cuerpo a cuerpo. En este caso, el nervio encargado de inmovilizar así a la gacela ha sido el nervio vago dorsal.
Y por último el tercer caso: Un papá está en el parque con su hijo pequeño y éste se pone a jugar con otros niños que hay allí también. ¿Qué piensas que hay detrás de esta acción de acercamiento a los otros niños? Pues sí, otra vez su SNA, pero esta vez a través del nervio vago ventral. Y lo ha hecho porque somos mamíferos y los mamíferos hemos sobrevivido gracias a que hemos desarrollado un comportamiento social que nos ha permitido vivir agrupados.
Podemos decir que lo de la unión hace la fuerza comenzó a gestarse hace unos 200 millones de años, cuando surgieron los primeros mamíferos, que es lo que somos nosotros. En ese momento empezó a crearse el nervio vago ventral, lo cual también coincidió con la formación de las emociones. Estas últimas son una herramienta desarrollada por los mamíferos para poder relacionarnos entre nosotros mismos. Nos sirven de guía para saber nuestro estado interno, para saber lo que sentimos hacia los demás y aún más importante, para intuir que pueden sentir los demás hacia nosotros y poder distinguir así a los amigos de los enemigos. Todos los mamíferos compartimos esas emociones: miedo, rabia, tristeza, aversión, sorpresa y alegría.
Resumiendo, estos son los tres sistemas de funcionamiento del SNA y sus respectivos nervios: acercarme a mis semejantes cuando se percibe seguridad y amigabilidad, como es el caso del niño en el parque (nervio vago ventral); movilizarme para huir o luchar si fuera necesario, como cuando nos asustó el perro (nervio simpático); o activar la inmovilización como le sucedió a la gacela (nervio vago dorsal).
La evolución del sistema nervioso autónomo.
Nuestro SNA siempre ha estado y está trabajando para garantizarnos la supervivencia.
La razón por la que nuestro SNA sabe lo que tiene que hacer en cada momento es porque lleva aprendiendo de su entorno 500 millones de años. El nervio vago dorsal fue el primero en desarrollarse y surgió en esa época. La única respuesta que ofrecía este nervio ante la amenaza era la inmovilización para hacerse invisible. Hace 400 millones de años surgió el nervio simpático, un nervio más creativo a la hora de defenderse, pues a la anterior opción le sumaba ahora las estrategias de lucha y huida. Y finalmente, 200 millones de años después, se formó el nervio vago ventral, para ayudarnos a los mamíferos a sobrevivir de una forma aún más creativa todavía, a través de la convivencia.
Funcionamiento del sistema nervioso autónomo.
La teoría polivagal nos enseña también que nuestro sistema nervioso autónomo tiene una estructura de funcionamiento que tiene que ver con la evolución del mismo. En nuestro ordenador siempre procuramos tener la última versión del sistema operativo ¿verdad? Pues con nosotros pasa lo mismo. En nuestro caso, la última versión del SNA es la de los mamíferos, la que nos hace buscar la seguridad en el contacto con los demás. Antes he dicho que las emociones eran una herramienta para ayudarnos a convivir, y eso es posible porque las emociones son algo que en realidad se manifiesta físicamente. Se reflejan sobre todo en la musculatura de la cara, pero también en el tono de voz que empleamos, o en nuestra postura corporal. Es por eso que este nervio vago ventral también está vinculado con los nervios faciales, esos que nos permiten sonreír, o los que regulan nuestro tono de voz para mostrar que estamos de buen humor y abiertos a conectar con los demás. ¿Por qué piensas que los bebés se sienten a gusto cuando les sonríes y les hablas cariñosamente? Pues porque su SNA detecta lo que es más importante para ellos en este momento: la seguridad y el cariño.
Sentirse protegido y el contacto de los semejantes es lo más importante para los mamíferos. Y como mamíferos que somos, es lo que nos va a garantizar una salud más resiliente y un mayor bienestar. La mayor prueba de ello es uno de los estudios más largos acerca de la longevidad y la felicidad que se han hecho hasta el momento. Me refiero al estudio que la universidad de Harvard comenzó en 1938 y que duró casi 80 años. Su objetivo era averiguar qué factores eran los más importantes para tener una vida sana y satisfactoria. La conclusión a la que llegaron los investigadores fue que el factor más decisivo para tener una vida saludable y feliz es tener relaciones satisfactorias de calidad, relaciones que nos proporcionen confianza, felicidad y seguridad. Antes de terminar este estudio, Porges ya estaba encontrando la explicación científica de ese resultado.
¿Qué ocurre cuando no estamos en un entorno amigable o percibimos una amenaza? En este caso utilizamos la versión anterior de nuestro sistema operativo, ese que nos prepara para la lucha o la huida como cuando te asustas por oir los ladridos de un perro. Nuestro cuerpo reacciona entonces físicamente a través de su nervio simpático, movilizando energía para salir de esa situación y volver lo antes posible a nuestro estado de calma y sociabilidad.
Pero no siempre tenemos los recursos necesarios para volver a ese estado de conexión y seguridad y entonces solo nos queda la versión más antigua de nuestro SNA: la de no hacer nada, la de inmovilización o de alejamiento de los otros. Y no hace falta vivir en la sabana rodeado de leones para estar en un estado dorsal, ese estado está presente en nuestras vidas más veces del que nos imaginamos. ¿Cuántas veces has vivido un estado de apatía en el que no te apetece salir de casa ni encontrarte con alguien? Son esas veces que el sofá se te queda pegado al cuerpo y levantarte de él se convierte en una hazaña, como si las piernas y los brazos te pesaran como plomos. Ese es un típico estado dorsal. Y qué genial es en estos momentos tener uno de esos amigos capaces de arrancarte una carcajada hasta en el peor de los casos. Uno de esos amigos que consigue sacarte de casa y traerte de vuelta del mundo de los “meimportatodounbledo”. Estos amigos te llevan al estado ventral de inmediato.
En realidad, no es que funcione un único nervio a la vez. Cuando nuestro sistema ventral esta activado, lo que ocurre es que los tres nervios actúan cooperando y aportando cada uno de ellos sus principales funciones. El nervio simpático aportará esa energía movilizante que necesitamos para realizar nuestros objetivos y el nervio dorsal nos ayudará a realizar una buena digestión, o echarnos una buena siesta, por ejemplo.
Si ocurriera algo que nos pusiera a la defensiva, nuestro SNA va a tratar de llevarnos de nuevo a ese modo de conexión y búsqueda de seguridad, como en el caso del perro. Una vez que detectemos que el perro no puede salir de allí y que no estamos realmente en peligro, poco a poco iremos recuperando la calma y volveremos a estar bien.
El problema se da cuando caemos en un estado dorsal. En ese caso, nuestro SNA está desconectado de esa función reguladora que tiene el nervio ventral y nos cuesta más volver a recuperarnos. Normalmente es necesaria una acción exterior para que eso se dé, como por ejemplo, que nos rescate con una llamada o una visita uno de esos amigos especiales que tenemos.
El estado dorsal: los traumas y las creencias limitantes.
En el artículo pasado hablé del rechazo y la falta de reconocimiento como ejemplo de causas que nos hacen perder la motivación a la hora de conseguir nuestros propósitos. Ahora me gustaría hablarte en más profundidad de ello.
En la vida hay diferentes tipos de traumas: los hay dramáticos y que nos dejan en estado de shock, como puede ser un accidente, una grave noticia inesperada, un abuso; y los hay que se producen por repetición de una experiencia negativa, la cual nos acaba llevando a un sentimiento de desconexión con los demás y de aislamiento, o a la creencia de que somos incapaces de aprender o conseguir algo. Ejemplos de esto último serían el rechazo, la falta de reconocimiento, la crítica continuada o la falta de atención. Todo ello hace que aparezca esa “voz en off” dentro de tu cerebro que te dice que no le importas a nadie, que eres una mala persona, que no mereces que te pasen cosas buenas o que eres tonto y nunca aprenderás eso.
Lo que ocurre es que estas experiencias quedan registradas en nuestro cerebro más primitivo como algo doloroso o peligroso. Lamentablemente, no es una información que se esté actualizando constantemente para saber si eso ya ha dejado de ser amenazante en nuestras vidas. Y eso es lo que hace que un rechazo o una pequeña critica cuando somos adultos, nos vuelva a generar la misma reacción dolorosa que cuando la experimentamos por primera en nuestra vida.
¿Cuál es esa voz negativa que suena dentro de tu cabeza cuando te encuentras en ese estado dorsal de apatía y desconexión? ¿Cuál es tu mayor temor cuando se trata de tus relaciones familiares o sociales? En mi caso es el rechazo. Esa es la razón por la que he tardado varios meses en volver a publicar. Sucedió algo que activó en mí ese estado dorsal y me generó de manera inconsciente una sensación de inseguridad con las demás personas. Cada vez que me ponía a escribir, una “voz en off” me decía: “seguramente no le va a importar a nadie lo que yo tenga que contar, tal vez será muy aburrido, o tal vez demasiado personal, o tal vez demasiado largo”.
Lo que sucede también es que, cuando eres niño, es muy traumático que te digan que no eres aceptado, porque tus circunstancias ya te vienen predeterminadas y no las puedes cambiar. No puedes elegir otra familia con la que vivir, u otros vecinos con los que jugar u otro colegio en el que estudiar. Pero eso no debería pasar cuando eres adulto, porque en realidad tú puedes elegir muchas más cosas de las que te crees, y si no lo haces, es porque aún sigues atrapado inconscientemente en ese miedo a que se repitan tus antiguas experiencias. Claro está que no podemos cambiar la familia en la que hemos nacido, pero no estaría mal hacernos conscientes de que ya no estamos viviendo con ellos y llevamos nuestra propia vida.
Cuando me sucede esto, procuro no ponerme presión porque ya sé que no es culpa mía. Me tomo las cosas con un poco más de calma y me digo que este estado dorsal pasará. Por supuesto que hay muchos de estos traumas que he ido superando, gracias a haberme hecho consciente de ellos y también por haber hecho terapia. Pero el subconsciente es muy grande y siempre te reserva sorpresas, como esta última que me dejó «dorsal total». Pero lo importante es que ya estoy bien y he vuelto a recuperar esa seguridad que da el estado ventral. Eso me ha permitido ponerme a escribir sin temer que lo que os cuente sea demasiado personal, o demasiado largo, o demasiado aburrido. No importa, porque ahora vuelvo a percibir que estoy viviendo en el presente, y además vosotros sois libres de leerlo o no leerlo, y que os puede gustar o no, sin que eso afecte a mi supervivencia.
Si has leído hasta aquí, me gustaría decirte que eso me hace muy feliz, porque querrá decir que hemos conectado durante un buen rato. Y lo siguiente que te diré, es que lo he escrito con el propósito de traer un poco más de consciencia a tu vida. Sé que la mejor manera de superar los momentos difíciles es comprendiéndonos mejor. Descubrir los entresijos de mi mente y el funcionamiento de mi SNA me ha permitido aprender a ser más amable conmigo misma y a ser también más comprensiva conmigo y con las personas que me rodean. Cuando conoces la estrategia de un vendedor de motos, es más difícil que te venda la moto que él quiere porque puedes anticipar lo próximo que te va a decir, ¿verdad? Pues eso es lo que pasa cuando conoces la estrategia de tu cerebro y de tu SNA. Tu vida se vuelve menos dolorosa porque puedes prever lo que va a suceder y eso te permite tomar decisiones con una mayor consciencia. Yo tomé la decisión de aparcar el blog por un tiempo hasta que volviera a estar con ganas de escribir realmente. ¡Y vaya si tengo ganas! Podría decir que este artículo cuenta por tres.
Intenta pensar ahora en tu SNA como un amigo pesado que siempre te quiere poner a salvo, aprende a llevarte bien con él. Y, por otro lado, te recomendaría que dejaras de ver a los que no te caen bien como enemigos. Aprende a verlos desde una perspectiva polivagal y verás como empiezas a comprender tus relaciones sociales y familiares mucho mejor. Eso es algo que nos ha servido mucho tanto a mí como a mis clientes.
Yo, por mi parte, seguiré tratando de conectarme contigo para contarte más cosas de nuestra mente y nuestro SNA, y de cómo puedes aprender a llevarte mucho mejor contigo mismo y con los demás.
Te deseo un estado ventral maravilloso y duradero.
Bibliografía:
- Stephen W. Porges (2017) Die Polyvagal Theorie.
- Stephen W. Porges y Deb Dana (2019) Aplicaciones clínicas de la teoría polivagal.
- Deb Dana (2019) La teoría polivagal en terapia.
- Peter A. Levine (2015) Trauma and memory.
- Stanley Rosenberg (2017) Der Selbs-Heilungs-Nerv.
Qué bueno que saliste de tu estado dorsal y escribiste este blog. Lo leí en la circunstancia perfecta y en el momento preciso, me ha ayudado mucho. A veces creo que la persona más dura conmigo mismo, soy yo. Ahora entiendo algunas cosas y por qué la combinación del amor y el miedo nos hacen hacer locuras.
Gracias, Lola. Sigue escribiendo!!!
Querida Stefanía, me alegra tanto saber que te ha ayudado este artículo. Es increible como complicamos nuestra vida, cuando somas tan duros con nosotros mismos. Aprender a querernos, a mimarnos y tratarnos bien hace que nuestros momentos dorsales sean mucho más llevaderos. Un abrazo enorme con toda la energía ventral de este mundo 🙂
*Si has leído hasta aquí, me gustaría decirte que eso me hace muy feliz, porque querrá decir que hemos conectado durante un buen rato. Y lo siguiente que te diré, es que lo he escrito con el propósito de traer un poco más de consciencia a tu vida. Sé que la mejor manera de superar los momentos difíciles es comprendiéndonos mejor.*
Pues además de hacerte feliz a tí, ayuda a las personas » del nervio simpático» escacharrado
¡ fantástico ! Gracias hermosa
Muchísimas gracias Marikita, me encanta poder hacer algo por ese nervio simpático escacharrado 😉 Un abrazo enorme
Muchísimas gracias por el artículo, Lola. Muy interesante y útil, como eres tú!
Como Stefanía, yo también pienso amenudo que soy la persona más dura y crítica conmigo misma… leer este artículo es uno de esos pequeños pasos que me ayudan a ir mejorando. Gracias de nuevo!
Querida Nuria, me alegro muchísimo de que te haya sido útil. La vida es más fácil cuando nos tratamos mejor a nosotros mismos. Un abrazo enorme y muy mimoso 🙂
Me encantó y te voy a robar tu frase «meimportatodounbledo» pero lo voy a modificar con mi grosería preferida y quedaría como «meimportatodounamierda»
Gracias
Querida Lunática, me encanta que te haya encantado y también la modificación. Yo incluso le añado cuatro letras delante de la m en algunos casos excepcionales, jajaja.
Un abrazo muy grande 🙂